lunes, 10 de marzo de 2008

Los ganglios basales y el infierno de Dante


Cuando Dante bajó al infierno en compañia de Virgilio se sorprendió de que en el circulo de los envidiosos no hubiera nigún demonio vigilando las calderas donde en permanente ebullición aquellas desgraciadas ánimas purgaban sus pecados de envidia durante su vida. Preguntó Dante a Virgilio cual era la razón por la que aquella sala se encontraba sin vigilancia y éste le contestó diciéndole que era innecesaria puesto que si habia algun condenado que intentara escapar de su caldera inmediatamente iba a ser delatado por los demás que incluso impedirían por su propia mano que ninguno escapara de su tormento eterno.
Por algo habían sido condenados por ser envidiosos.
Y un envidioso es precisamente eso: alguien que ni hace ni deja hacer pues no puede permitir que haya alguien que tenga mejores oportunidades o mejor suerte, ellos -los envidiosos- sufren si ven disfrutar a alguien, se enferman si alguien les demuestra que las cosas pueden hacerse de otra manera, en este caso mejor. Los envidiosos nunca dejarian escapar a alguien de una caldera.

Los ganglios basales son una estructura profunda del cerebro, justo en el centro del mismo que agrupan una serie de estructuras cercanas entre si y que tienen en común varias funciones relacionadas con la memoria a largo plazo y la motricidad, es precisamente alli donde se guardan los recuerdos automatizados, esos en los que no necesitamos pensar y que tienen que ver con el movimiento o mejor: con la serie de rutinas o secuencias necesarias para andar, deglutir, mover las manos, etc. Alli en la memoria procedimental se encuentran grabadas toda esa serie de automatismos aprendidos que hacen que para andar no necesitemos estar pensando en cómo lo hacemos y que podamos dedicar nuestra consciencia a pensar en otra cosa mientras caminamos. Dicho de otra manera la memoria procedimental guardada en los ganglios basales tiene que ver con el movimiento, es inconsciente y podemos hacerla consciente mediante la voluntad. De la misma forma todo aquello que está guardado alli en un tiempo determinado fue consciente: lo fue mientras aprendimos a andar, a tocar el piano o a coger la cuchara o el tenedor, pero una vez automatizado el movimiento supone un enorme ahorro de memoria de trabajo el no tenerle siempre en la consciencia.
Además de esta importante función los ganglios basales son como estaciones de paso entre el cerebro voluntario y el cerebro profundo, es decir del tallo cerebral o de la médula. Por alli pasan pues todas las aferencias que vienen de abajo: de la médula y se cruzan con las que vienen de arriba, basicamente del sistema cortico-talámico donde está suponemos ese gran director de orquesta que llamamos el Yo y la capacidad de predicción. Una de sus funciones más conocidas es la modulación como sucede con todas las estaciones de ferrocarril, alli paran trenes y salen otros en direcciones opuestas, otros ni siquera se detienen, asi operan los ganglios basales: se dedican a modular o a inhibir los impulsos demasiado amplificados bien procedan de la corteza cerebral o de la medula, les obliga a justarse a las normas de tráfico.
Lo sabemos por determinadas enfermedades como por ejemplo el Parkinson que es una curiosa combinación de sintomas excitatorios (temblor) y otros inhibitorios (amimia, rigidez, bradipsiquia, etc) y lo sabemos porque la sustancia nigra es precisamente la estructura basal que se encuentra averiada en esta enfermedad. Concretamente la averia que presenta es la insuficiencia de dopamina que es el neurotransmisor que comunica entre sí las sinapsis en ese lugar. Desde que disponemos de L-Dopa, una droga precursora de la dopamina podemos tratar con eficacia algunos de los sintomas de la enfermedad de Parkinson, pero el interés de esta enfermedad es que gracias a ella podemos conocer mejor para qué sirven los ganglios basales: sirven para coordinar el movimiento, es como si la averia de la sustancia nigra enlenteciera en algunos lugares las entradas o inputs motores y en otros lugares las acelerara.
Por ella y por otras curiosas enfermedades como la de Gilles de la Tourette sabemos que los ganglios basales tienen una asombrosa función: son como válvulas destinadas a inhibir cualquier entrada o salida y que además mantienen entre si conexiones inhibitorias.
Esta inhibición de la inhibición es la que se manifiesta en la patología como desinhibición en forma de palabras en el sindrome de la Tourette. Como si esas palabras fueran emitidas por alguien ajeno al que las declama, como si el lenguaje se hablara a si mismo a través de un receptor parásito, se trata de un lenguaje sin mente, una emisión de palabras sin sentido. En el caso del Parkinson la desihibición afecta sobre todo al temblor o a los movimientos gruesos que parecen torpes agitaciones huecas de un sujeto sin intencionalidad, como si el enfermo hubiera perdido la medida de sus propios bordes, quizá por eso la enfermedad se llamó "paralisis agitante" aunque hoy la conocemos con el nombre de su descriptor.
Los ganglios basales son pues como válvulas que minimizan la señal que por ellas discurre y obstaculizan su maximización, hacen pues la misma función que las envidiosas del infierno de Dante: no dejan salir a nadie fuera de la olla.
Es por eso que decimos que a tal persona "se le fue la olla", la metafora tiene cierto sentido y parecido con la Divina Comedia y la descripción de Dante, pues los ganglios basales tienen entre otras esa función: la de impedir que a la olla se le salte la tapadera.

1 comentario:

Ana di Zacco dijo...

Si no hubiera entendido hasta ahora qué es la neuropoesía, lo habría entendido hoy.

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