martes, 31 de julio de 2007

¿Qué hacer con la castración?

La condición de lo humano es la incompletud.
Podemos decidir no nacer, podemos decidir no hablar, pero si nacemos nos daremos de bruces con lo Otro, eso que pondrá nombre a nuestras sensaciones y lo hará desde un lugar privilegiado: desde el lugar del espejo que hará emerger nuestro Yo de ese fondo indiferenciado que es la animalidad, de la "cosa en sí" kantiana. Pondrá palabras a nuestro mundo y entonces entraremos en el lenguaje, nos encontraremos inevitablemente con él de tal manera que saldremos heridos de ese encuentro, partidos en dos, escindidos, seremos desde entonces sujetos y advendremos al orden de la cultura. El lenguaje nos envolverá como una burbuja y pondrá limites y horizontes a nuestra experiencia, desde entonces seremos dos: Yo y un otro que mantendremos un discurso paralelo que existirá aunque estemos callados, aunque estemos mudos, aunque no queramos hablar, porque el lenguaje no es una herramienta de comunicación sino una cesta que nos contiene y nosotros somos como Moisés y navegamos por un rio que es el lugar donde se deslizan los significantes, puesto que un significante nos lleva a otro y asi hasta el infinito y siempre en un desfiladero con paredes inescalables, irreductibles guiados por el deseo.
Y esa incompletud nos hace sufrir y nos hace operar para eludir la verdad y la mentira que encierran las palabras, puesto que no existen palabras fuera del discurso y ahora seremos sujetos y después entes deseantes, pero siempre mantendremos con nuestro deseo una relación ambivalente de amor u odio. Y lo disfrazaremos, lo ocultaremos o lo sustituiremos.
Podemos hacer dos cosas con esa incompletud, con esa barra, con esa falta que nos parte en dos, o bien la aceptamos o bien no la aceptamos. Si no la aceptamos (forclusión) nos convertimos en psicóticos y si la aceptamos podemos hacer dos cosas con ese dolor que nos parte en dos y que llamamos castración:
  • o la reprimimos
  • o la denegamos
Reprimir es suprimir algo que estuvo allí y que sigue estando pero cuyo saber no llegamos a alcanzar puesto que se encuentra en algun lugar del inconsciente donde no resulta accesible salvo cuando la represión se debilita, es un saber sabido que se encuentra olvidado. Reprimir es lo que hace el neurótico, es lo que hacemos casi todos.
Denegar es hacer como si no existiera algo que está alli. Uno vive como si ese algo no existiera, es la posición del cínico o del perverso.
Cada uno de estos mecanismo genéricos de defensa representa una estructura psíquica y nos salen entonces tres estructuras clinicas universales: la neurótica, la perversa y la psicótica.
Las enfermedades mentales no son enfermedades naturales sino inventos para explicar la alienación en la que nacemos todos los humanos divididos por el lenguaje, inventos como la bombilla que sin electricidad no tendria razón alguna, asi es la locura: sin lenguaje simplemente no existiría. Las enfermedades mentales no son entidades como las plantas o los gusanos sino estructuras sometidas a torsión a partir de fenomenos defensivos que el individuo elije sin saber sus consecuencias. Pero está en su libre albedrio operar con este mecanismo y no con cualquier otro, los mecanismos de defensa son irreductibles y no se corresponden con mecanismo neurobiológico alguno.
Las enfermedades mentales ni son enfermedades ni están en el cerebro sino en la cultura.

lunes, 23 de julio de 2007

Creencia, certeza, duda y paranoia

La ignorancia absoluta es imposible y lo es porque el ignorante construye prejuicios que le permitirán si bien no un saber acerca del mundo si un suponer las leyes que rigen el mismo, una orientación o guía, el prejuicio suele presentarse como un saber pero es un desconocer que muchas veces aparece disfrazado de opinión, así es como se presentan los prejuicios de las personas actuales como opiniones de aspectos de materias que desconocen, sólo las opiniones expertas tienen el verdadero valor de opiniones y tendrán mayor verosimilitud en tanto en cuanto el que las emite sabe que son provisionales. De manera que es la ignorancia la que penetra el prejuicio y es el prejuicio la materia prima que nos encontramos cuando no sabemos, la opinión es mudable y abierta y está forzada por la duda que plantea siempre nuevos dilemas.
Después de la ignorancia viene la duda, una forma de saber provisional y en cierto modo incómoda sufriendo casi siempre los tironeos de un saber que se le opone o de una verdad que se encuentra oculta, se trata de una vacilación, un arma que tiene dos filos, por una parte mantiene abierto el sentido de búsqueda y por otra parte resulta un estado por si mismo angustioso, puesto que la duda sólo puede calmarse a través de dos maneras: la creencia y el hecho. Aquello que no puede someterse a las leyes de la verificación acaba convirtiéndose en una creencia, mientras que aquello que puede verificarse o demostrarse es un hecho. Así toda creencia está presidida por un desconocimiento angustioso que hace que se abrace como un alivio. La creencia siempre es un alivio a la duda y un atajo para el conocimiento que supone aquello que ya se conoce y por tanto no merece la pena ser creído, por ejemplo la redondez de la tierra es un hecho, un conocimiento,
Sin embargo en la época de Galileo era un prejuicio (para la Iglesia) una creencia indemostrada para Galileo que tuvo de refugiarse en la duda para salvar la vida, y sólo fue un hecho cuando los primeros navegantes consiguieron dar la vuelta al globo. En el momento es que una creencia es un hecho de conocimiento deja de ser una creencia y se convierte en un fenómeno neutro desde el punto de vista mental: simplemente está ahí sin plantear demandas de trabajo adicional por parte del individuo hasta que se vuelve a cuestionar cosa que sucede inevitablemente con casi todos los hechos de conocimiento.
La creencia es reversible, a veces se está y a veces no se está en ella, ahora se está fuera y ahora dentro, la creencia es mudable. La creencia no está todo el tiempo disponible por innecesaria, así cuando yo estoy comiendo no necesito creer en Dios, la creencia en Dios o en cualquier otra forma trascendente no está operativa cuando conduzco pero si cuando aparecen en el horizonte sucesos que la confrontan, por ejemplo la muerte. La creencia no exige el gasto de energía de la duda, sino que deja las cosas como están y supone un ahorro y cortocircuito importante de gastos de energía superfluos al proponer guías para la vida y asideros para el conocimiento, estableciendo al mismo tiempo niveles de jerarquización en sus nudos. El problema de las creencias es que exigen proselitismo, si al mismo tiempo están demasiado penetradas por la duda, -por la búsqueda de una creencia mejor o una verdad absoluta- es evidente que cuantas más personas compartan mis creencias más seguro me sentiré al sostenerlas, por el contrario cuanto más sólo me encuentre con mi creencia menor soporte tendré para las dudas y la creencia perderá su valor de refugio contra la duda y dejará de soportar las ventajas cognitivas –atajos- para el que las sostiene. Por no hablar del problema añadido que tiene para una creencia aquella otra que es su opuesta.
Con independencia de que las creencias sean irracionales (todas lo son, pues de lo contrario serían hechos y no precisarían creerse) las creencias son muy útiles para los humanos tanto en el nivel de ahorro de energía como en el encuentro de soluciones. Si yo creo en “el mal de ojo” no sólo tengo una interpretación para todas y cada una de las calamidades, desgracias, accidentes o enfermedades que acaecen en mi entorno -puesto que todo sufrimiento puede ser categorizado- sino que tengo además un potente instrumento para deshacer “los entuertos” que personas que “me quieren mal” me han enviado: a través de la magia o de algún ritual puedo deshacer las consecuencias de aquellos hechizos y si alguna vez no lo consigo será –sin ninguna duda- porque el hechizo es más potente que los medios que he dispuesto para neutralizarlo. De esta manera el sistema de la creencia –en este caso de una creencia supersticiosa- se alimenta a símismo y no admite contradicción, pero el supersticioso se encuentra constantemente sometido a la duda, ¿habrá o no habrá entuerto? O ¿será suficiente o no con este ritual? En ningún caso se pone al sistema mismo – la creencia- en cuarentena sino al instrumento mágico que en teoría debería neutralizar el efecto del hechizo, la duda en la creencia no está en la creencia misma sino en su substanciación.
La diferencia entre creencia y certeza es que aunque en ambas el sistema se alimenta a si mismo con sus propios axiomas, existe una grieta en la creencia de tal modo que lleva aparejada una consecuencia fáctica que puede contradecir al sistema mismo. Esta consecuencia fáctica es el argumento que pone en serios aprietos lógicos a la creencia misma, ¿Si Dios existe por qué permite el mal en el mundo? Este es un argumento de mucho peso que siempre se opone a la creencia divina para señalar la inexistencia de Dios y que a los propios creyentes les lleva con frecuencia a no saber qué decir. Dicho de otra forma: el creyente es consciente de la debilidad de su creencia pero prefiere seguir en ella.
Después de la creencia el siguiente paso es la certeza. Aunque muchas veces tendemos a confundir creencia y certeza se trata de dos fenómenos bien distintos. La certeza supone un nivel de conocimiento cualitativamente distinto y que está presidido por el rigor y la inmutabilidad, es insensible a la argumentación, al contraste y no se deja poseer por la duda, de la certeza no se sale espontáneamente, la certeza es propia de los psicóticos y más concretamente de los delirios paranoicos. El destino de esa certidumbre es la soledad, pues el delirio individual es algo que nadie podrá compartir y que sitúa al individuo en un nivel de conocimiento distinto -paralelo- al resto de los humanos cuyas creencias son continuamente permutadas por otras cuando se muestran ineficaces. De la creencia puede salirse uno, escapando hacia otra, pero de la certeza no puede escaparse si no es perdiendo el delirio que es de alguna forma la plomada que asegura al psicótico un escape de su angustia de fragmentación prehumana, Dicho de otra forma las certezas son casi siempre patológicas o por decirlo de otra manera:psicóticas
La certeza construye como la creencia sus propios axiomas, es decir algo que no precisa de demostración y que usualmente aparece en forma de apofanía, de inspiración o revelación delirante, supone una catástrofe en la personalidad, una discontinuidad con lo que fue, mientras que la creencia es instrumental y aun siendo irracional forma parte de las expectativas usualmente compartidas por una cultura, una sociedad y un tiempo concreto

Ahora bien las certezas no siempre tienen lugar en el cerebro individual sino que muchas veces se encuentran insertadas en grupúsculos fanatizados insertados en la cultura. Los individuos que abrazan estos axiomas delirantes casi nunca son psicóticos sino creyentes. Determinados grupos terroristas que tienen como fondo reivindicaciones religiosas, políticas, nacionalistas o de cualquier otra índole siempre tienen una característica común: se trata de grupos que no sólo creen estar en posesión de la verdad sino que combaten activamente a todos sus opositores, difunden una explicación agraviada que con el tiempo llega a ser querulante y que tiene como objetivo señalar al otro como causa de todos los males y de identificar a su oponente con la corrupción, la maldad y la inhumanidad, a cambio les combaten con sus propias armas, usualmente con el crimen. Comparten así una de las características de la paranoia individual: el malvado siempre es el otro proporcionalmente a la inocencia que siempre está en uno.
¿Cómo es posible que este tipo de grupos no tengan psicóticos entre sus miembros? Y ¿si no son psicóticos qué son?
La respuesta es ésta: no hace falta estar psicótico para delirar, pero hace falta estar loco para ser un psicótico. A veces el sistema delirante no está en el individuo, es externa a él por ejemplo puede pertenecer a una ideología que se sostiene en el grupo y que permite al individuo alejarse de su propio delirio o sufrimiento individual. Ninguna ideología política o terrorista podría abastecerse de psicóticos verdaderos en tanto que el psicótico sólo puede dar sentido a su experiencia a través de un delirio individualizado mientras que a la ideología paranoica lo que le interesa es la homogeneización del delirio, que todos sus miembros deliren de forma sinérgica con la ideología dominante sin desviarse un ápice de la ortodoxia. Por otra parte el paranoico es un descreido, más acá de la certeza es usual su incapacidad para creer en algo, una creencia que de abrzarse le permitiría dejar de ser un paranoico y transformarse en un fanático insertado en su contexto social, el paranoico se cura a través de la creencia. Esto significa dos cosas: que el delirio puede modelarse y que la externalización del delirio en la organización tiene efectos de normalización psiquica en los adeptos que abrazan una determinada ideología.
Ahora bien el acólito tiene que dar pruebas de que está en lo cierto, por eso los acusados de crímenes terroristas suelen aparecer como desafiantes en sus juicios y como irreductibles, sin muestra alguna de arrepentimiento pero se trata de una simple estrategia de propaganda. Hasta los criminales terroristas más conocidos dudan pero la misión de la organización es mantener “alta la moral”, es decir seguir atosigando a sus miembros encarcelados de manera que no duden y cambien de ideología llegando si es necesario a la continua extorsión o amedrantamiento ofreciéndoles nuevos materiales para el delirio colectivo. Para una organización paranoica sus presos son muy importantes y de alguna forma su talón de Aquiles pues el tiempo debilita las certezas colectivas.
No solamente los terroristas sino las personas comunes abrazamos muchas creencias y no pocas ideologías sobre todo de aquello que resulta incognoscible: la religión como vinculo que nos une con lo desconocido y la política como instrumento de normalización de la vida colectiva son dos de los campos en los que suelen moverse la mayor parte de las creencias, de nosotros las personas comunes y de ellos los terroristas.
Lo que diferencia a unos de otros es el exotismo de la posición que se tome. Ninguna persona joven, activa, agresiva y con un fondo de búsqueda de acción y notoriedad podría compartir las pequeñas creencias que sostenemos las personas comunes, no les llenarían en absoluto, ellos precisan una ideología total, una creencia total que de forma y contenido a todas y cada una de sus necesidades y que unas veces se ha llamado totalitarismo y otras veces integrismo: se trata de dos fenómenos parecidos que cumplen una única función: la de proteger al individuo de sí mismo.
Sin embargo las personas comunes ya sabemos que no existen creencias de esta índole: que den una respuesta a todas y cada una de nuestras necesidades salvo en las antípodas de la razón, así y todo mantenemos ciertas creencias más por sentido estético y biográfico que de orden reflexivo. Es de hacer notar que los hechos de conocimiento objetivo solo suceden en la ciencia mientras que la mayor parte de los problemas humanos no se dirimen en un laboratorio sino a través de la intersubjetividad, es decir la mayor parte de los problemas humanos, los que tenemos con otras personas no pueden jamás convertirse en hechos de conocimiento objetivo y se mantienen durante toda un vida en forma de ignorancia del otro, prejuicios, o dudas, repliegues de la subjetividad. Mi antipatía por éste o aquel personaje es eterna en tanto en cuanto no podrá demostrarse jamás de forma científica, objetiva, quien tenia razón, se tratará siempre de un conocer aproximado, de una creencia irracional revestida y camuflada con datos parciales de la realidad, pero que en ningún caso señalará un culpable o un inocente. Sabemos que en esa clase de antipatías no hay nunca un único culpable, los conflictos intersubjetivos humanos discurren en una atmósfera de impredictibilidad y de indeterminación y usualmente de circularidad.
Se trata en cualquier caso de un conocimiento muy importante y al que no tienen acceso todos los humanos, supone el darse cuenta de la relatividad de los sucesos y de que el prejuicio forma parte necesaria del conocimiento y que se encuentra tan lejos o tan cerca de la verdad como cualquier certeza. La mayor parte de los seres humanos cuando tienen un conflicto no dudan jamás, se aferran a un convencimiento de haber sido víctimas de una ofensa y rompen la relación con el interlocutor, pero en este caso no hay paranoia sino orgullo. Es precisamente el orgullo el que hace de dique a la duda. Determinados rasgos como el orgullo o la desconfianza son verdaderas vigas maestras de la personalidad y operan de forma bastante parecida a los que sucede en la paranoia, pero el orgulloso no delira simplemente sobrevalora un evento que usualmente acaeció.
Una idea sobrevalorada no es una idea delirante pero ambas cumplen una misma función estructural para el psiquismo humano: dar sentido a la realidad subjetiva. No hay la misma certeza en la primera que en la segunda, en la idea sobrevalorada sólo hay orgullo o lo que es lo mismo la idea sobrevalorada mantiene operativo el orgullo pero el individuo duda en su fuero interno aunque puede librarse de la duda si no es confrontado de nuevo con la misma realidad, la solución no se hace esperar: la ruptura del vinculo es la mejor solución, algo que muchas veces sucede lejos de la conciencia, simplemente evitamos o nos alejamos de aquellos que hacen tambalear nuestro orgullo sin alcanzar ningún conocimiento sobre él y condenándonos a repetir la misma experiencia con otros, estamos en el campo de las neurosis y la repetición.

lunes, 16 de julio de 2007

Objeto y sujeto


El gran problema de los seres hablantes es que andamos divididos, escindidos en dos partes, algo que entra en contradicción con nuestra mania unitaria, desear ser uno, como si en la unidad hubiera que predecir un glorioso consenso, un goce sobrenatural y asi es: fuimos dioses de pequeños cuando aun no habiamos sido atravesados por el lenguaje, después de eso fuimos dos, Yo y el otro y uno nunca sabe cuando el que habla, sueña, piensa o discute es el Yo o es el Otro, una intromisión intolerable que nos amarga la vida y de la que nos ocupamos a diario a fin de silenciar unas veces al Yo y otras veces al Otro a los que solemos confundir de tanto que nos hemos acostumbrado a pensar en clave unitaria.
Cuando hablo me divido, cuando escucho me multiplico, será por eso que unos eligen el hablar y otros el callar, pues solo somos sujetos cuando hablamos y solo somos objetos cuando escuchamos y aun más: cuando hablamos somos sujetos y objetos simultáneamente y debe ser por eso por lo que hablar tiene algo de siniestro y algunos de los que hablan parece que se escuchan a si mismos como pagados de lo que dicen. Hagan ustedes la prueba y un dia cuando estén hablando, mejor si lo hacen en público observen las caras de los escuchantes, hallarán en ellos esa expresión del hipnotizado, una extraña fascinación que a veces coincide con la somnolencia, podemos dormir a nuestra parroquia o galvanizarla con un discurso patriotico o engañarla como hacen los politicos, hay algo en la escucha que amortigüa la critica y el juicio y que hace al escuchante dependiente de la palabra del orador, mejor claro, si está dotado para la retórica y tiene tendencias demagógicas porque el escuchante va de pasivo necesario pues no se sabe dividido y esa es su debilidad.
Hay algunos oradores que se sienten muy mal cuando hablan en público y se refugian en una especie de aburrido monólogo sin matices que llega a cansar al respetable que acaba abandonando la sala, pero no es más que un malentendido, el orador no es aburrido o pesado sino un fóbico que teme que por la boca se le escape algo que le delate. Por eso tiende a ocurecer su discurso y a hacerlo monótono, trata de parar el movimiento de sus afectos y de detener el flujo de asociaciones que le vienen a uno cuando está hablando. ¿Qué es hablar? Pues hablar es como pensar pero hacia afuera, mientras el pensamiento es esa conversación que mantenemos con nosotros mismos, es decir con el otro que vive al otro lado, hablar -pensar en voz alta- es hacer público ese diálogo interior que por obsceno, temerario o deudor nos conviene inhibir. Hablar en público es correr el riesgo de que a uno se le acabe viendo el plumero, claro que el plumero está para verse y siempre será mejor tener plumero que carecer de él, como esos oyentes profesionales que acuden a todas las conferencias y que son colonizados por las palabras de el otro-otro y que sólo osan hablar con ese Otro cuando escriben en secreto. Pobres de ellos no saben que Yo es un Otro como decia Rimbaud y que de hecho todo se sabe, ese Otro sin duda sabe todo del Yo.
Y de usted.



lunes, 9 de julio de 2007

¿Puede google volverse loco?


Google es decididamente tonto. Se trata de un tipo de pensamiento débil y me refiero a todos los buscadores que hay en Internet y no sólo a Google. Carece de sentido común, y no sabe nada, sólo ofrece alguna orientación con respecto a lugares como un localizador GPS, sabe dónde se encuentra la información que busco pero no sabe nada acerca de esa misma información. Claro que "información" no tiene nada que ver con el "saber", se puede saber mucho sobre algo y no tener ninguna información sobre ello y al contrario se puede tener mucha información sobre un tema y no saber nada. Es más, existen ciertas evidencias respecto a que información y saber se encuentran relacionados de forma inversamente proporcional y que saber algo consiste en descartar algo precisamente información, por eso la vida es un trayecto de ida y vuelta. En la ida nos informamos y en la vuelta nos sacudimos lo que aprendimos.
Eso es lo que pasa precisamente en Internet y no sólo porque Google sea tonto, que lo es pero precisamente porque Google no piensa, no es un sujeto sino una máquina que trabaja mediante ciertas operaciones para encontrar información. Y la encuentra aunque sin mucho sentido. Ayer buscaba información sobre una película de Hitchcock llamada "Los pájaros" y me encontré de bruces con muchas tiendas de pájaros, de tratados y artículos sobre ornitología y con más de un articulo sobre el cántico de los pájaros con ficheros mp3, añadí a la búsqueda Hitchcock para que me llevara hacia páginas de cine donde anuncian la película, bases de datos sobre miles de películas y sobre cientos de artículos sobre el mago británico. Google necesita de detalles para encontrar algo, de lo contrario es bastante torpe.
Uno se pregunta si toda la información que circula en Internet no será un truco de alguien para inutilizarlo, ¿que pasará cuando la información que nos brinde Internet sea infinita? ¿Morirá Internet de éxito? ¿Podremos encontrar alguna información el dia que Internet contenga toda la información del mundo como sucedía en la biblioteca de Babel, de Borges?
El caso es que de momento Internet aun sólo nos ofrece información sin sentido, es como un loro que repite axiomas y que busca cadenas de palabras sin saber a qué se refieren. El día que Google entienda de sentidos podremos empezar a temblar porque entonces no será una máquina sino un sujeto que piensa o sea que engaña. Porque pensar es sinónimo de engañar, sólo allí donde exista un engaño podemos adivinar un sujeto.
Sólo entonces podremos empezar a pensar que se ha encontrado el Aleph, el punto que contiene en si todos los puntos y ese día Google ya no será un buscador sino un paranoico que poseerá en un pantallazo todos y cada uno de los saberes que hoy sólo están en el campo del saber humano aunque no sepamos a ciencia cierta dónde se encuentran. En eso Google es mucho más perfecto, es como un autista, como una especie de matemático esquizofrénico.
Y un paranoico es aquel que sostiene certezas y no solo creencias, es verdad que Google aun siendo una perfecta criatura darwiniana, no sostiene creencia alguna (salvo su superioridad sobre los demás buscadores) pero aún no ha llegado a ser popperiana en ningun sentido pues carece de prurito epistemológico, pero ¿podrá llegar a serlo? Entonces habrá que comenzar a sentirse amenazado, y a temer que nos suceda como a los astronautas del Discovery, aquel superordenador llamado Hal pensado por Kubrick en 2001 y que se volvió loco creyendo que podría prescindir de nosotros los humanos y que comenzó por descongelar a los astronautas durmientes aun sin tener ningún plan concreto para la especie humana.
Y al final el que encontró un plan fue precisamente el astronauta que sobrevive para verse morir allá en Júpiter: envuelto en una especie de esfera fetal comienza de nuevo su retorno a casa, como Ulises que tampoco tenia ninguna certidumbre y solo albergaba el deseo de volver con Penélope, hastiado de tantas guerras y lujurias como degustó.
Un aleph cero, un conjunto transfinito de puntos eso es el hombre y su mente, por eso el hombre enloquece y Google nunca podrá volverse loco, aunque contenga toda la información. Pues nadie nunca enloqueció de un exceso de información sino de una sobredosis de saber.

domingo, 1 de julio de 2007

¿Qué fue de la paranoia?

Paranoia significa una forma de pensamiento que se caracteria por su marginalidad, por ir al lado, al lado del pensamiento consensuado, del pensamiento usual. Paranoia es una forma de conocer fronteriza, una forma epistemológica corrompida. Una enfermedad de la cognición, es el pensamiento el que está averiado en la paranoia, la forma de pensar, sin excluir a las emociones puesto que en ningún pensamiento están excluidas las emociones, no existen los pensamientos neutrales porque todos sirven a un fin: dotar de sentido a la realidad y además hacerlo buscando "la mayor relevancia del contexto" tal y como dice Mario Martinez en su teoria biocognitiva. El sintoma prinicipal de la paranoia es pues el delirio, es decir una manera de pensar lo fenoménico en clave "para", es decir marginal y distinta a la forma de pensar que tienen el resto de seres humanos que comparten con el paranoico su misma cultura.
A la paranoia le ha pasado lo mismo que a la histeria: ambas han desaparecido de los tratados psiquiátricos y de los manuales de diagnóstico: apenas se diagnostican en Europa y casi han desaparecido en USA. En ningún congreso se habla de la paranoia y casi nadie publica nada en relación con los enfermos delirantes que en el siglo XIX ocupaban casi todas las camas de los manicomios.

¿Qué fue de la paranoia?

Cuando un diagnóstico psiquiátrico parece haber entrado en quiebra hay que pensar que se le ha desplazado de lugar, ahora casi todos los enfermos paranoicos son diagnosticados de esquizofrenia, un diagnóstico que desde luego conviene más a las multinacionales farmacéuticas que son los que -en definitiva- hacen la nosología psiquiátrica y modelan a su interés los diagnósticos que los psiquiatras hacemos a nuestros pacientes. Sucede por una razón fundamental: las autoridades sanitarias obligan a los laboratorios a que un fármaco tenga su "indicación específica", es decir no valen los efectos genéricos sobre el cerebro, hace falta que un fármaco sirva para una determinada enfermedad, tenga esa indicación y no otra. Se trata claro está de un deseo más que de una realidad, no hay psicofármacos antiesquizofrénicos porque aun no sabemos cual es la etiologia de la esquizofrenia, por tanto nuestros tratamientos son aproximativos y empíricos, sabemos que mejoran a determinados pacientes, sabemos donde actuan, pero no tenemos una teoria unitaria de la causa final de la esquizofrenia y tampoco de la paranoia. Y sólo sabemos distinguirlas a partir de ciertos signos y sintomas a veces muy sutiles que tienden a confundirse y a sobrevalorarse más en favor de determinadas patologias como la esquizofrenia que acumula más beneficios para la investigación.
Los paranoicos - la mayoria- están pues camuflados detrás de diagnósticos más graves como la esquizofrenia, pero otras veces y a partir de la presión -no de las multinacionales farmacéuticas- sino de los politicos y los politiqueos de determinadas asociaciones o movimientos civiles como los feministas, aparecen doblemente camuflados en la etiqueta "violencia de género"

Noticia de anteayer:

"Un albañil mata a su mujer de 15 puñaladas y espera fumando junto al cadáver a que llegue la policia".

Al llegar la policia encontró al sujeto muy tranquilo y fumando y preguntóle cuantas cuchilladas le habia propinado a lo que el sujeto contestó

- Las necesarias

Y a continuación añade:

- "Esto se veia venir"

Y aun otro dato:

- "Son las consecuencias de andar por ahi de puterio"

Los crimenes paranoicos se caracterizan por el intenso alivio que procuran sobre el sistema delirante tras la consumación del mismo. Hasta tal punto que se han descrito casos de grandes criminales (como el clásico "caso Wagner", pirómano y asesino en masa de familiares y vecinos) que mejoraron de sus tormentos paranoicos despues del asesinato, es como si el crimen supusiera una catarsis que dejara al ejecutor tranquilo y con la apariencia de ser una persona normal y sensata, sólo parece desvanecerse esta impresión cuando se habla del núcleo del delirio, es decir el pensamiento descarrila solamente cuando se toca el "nucleo conflictivo", el nucleo delirante: el paciente solo parece estar loco en un aspecto concreto manteniendo su lucidez en todos los demás aspectos de su interpretación del mundo.

¿Es este un caso de violencia de género, sin más?¿Puede ponerse en el mismo paquete que el resto?

O en cualquier caso:

¿Enriquece o empobrece nuestro conocimiento de la enfermedad el hecho de haber inventado una nueva etiqueta que parece alejarla de su contextualización psiquiátrica clasica? ¿Sabemos más de la violencia de genero hoy que cuando la paranoia era la etiqueta ad hoc?

¿Qué ganan los movimientos feministas al haber propiciado una ruptura en las clasificaciones internacionales?¿Es tan importante el reconocmiento de que las mujeres pueden ser victimas de individuos paranoicos que sufren un delirio de infidelidad para pasar por encima de los saberes psiquiátricos que impregnaron el saber actual desde el siglo XIX hasta hoy? ¿Es que creen acaso que los hombres no pueden ser victimas de la violencia de los paranoicos o paranoicas? ¿es que son victimas distintas?

Decia Lacan que:
"Aquello que no ha sido simbolizado adecuadamente vuelve a aparecer en lo real".

Y ahora la paranoia se estremece en ese nicho donde ha sido olvidada y reclama su estatuto de atención, la paranoia vuelve en crimenes domésticos, en fanatismos religiosos y politicos, en persecuciones politicas y proclamas televisivas, en la propaganda de unos partidos contra otros, en esa hostilidad universal que parece presidir nuestras relaciones con los demás. Se refugia en la empresa, en el trabajo, en el miedo visceral contra los otros, contra el terrorismo y en la economia de mercado que busca el mayor lucro con el menor esfuerzo y vuelve en sus formas más graves en los crímenes en serie, en los crimenes en masa, en el filicidio. Todo eso es paranoia.

Y no la reconocemos porque le hemos hurtado el nombre para inventarnos nuevas entidades que encajen mejor con los intereses y los gustos de otros.

La conceptualización (descontextualización-recontextualización) de una enfermedad cambia la enfermedad. Y no siempre para mejor.

Editoriales

Mito, narrativa y salud mental