martes, 31 de julio de 2007

¿Qué hacer con la castración?

La condición de lo humano es la incompletud.
Podemos decidir no nacer, podemos decidir no hablar, pero si nacemos nos daremos de bruces con lo Otro, eso que pondrá nombre a nuestras sensaciones y lo hará desde un lugar privilegiado: desde el lugar del espejo que hará emerger nuestro Yo de ese fondo indiferenciado que es la animalidad, de la "cosa en sí" kantiana. Pondrá palabras a nuestro mundo y entonces entraremos en el lenguaje, nos encontraremos inevitablemente con él de tal manera que saldremos heridos de ese encuentro, partidos en dos, escindidos, seremos desde entonces sujetos y advendremos al orden de la cultura. El lenguaje nos envolverá como una burbuja y pondrá limites y horizontes a nuestra experiencia, desde entonces seremos dos: Yo y un otro que mantendremos un discurso paralelo que existirá aunque estemos callados, aunque estemos mudos, aunque no queramos hablar, porque el lenguaje no es una herramienta de comunicación sino una cesta que nos contiene y nosotros somos como Moisés y navegamos por un rio que es el lugar donde se deslizan los significantes, puesto que un significante nos lleva a otro y asi hasta el infinito y siempre en un desfiladero con paredes inescalables, irreductibles guiados por el deseo.
Y esa incompletud nos hace sufrir y nos hace operar para eludir la verdad y la mentira que encierran las palabras, puesto que no existen palabras fuera del discurso y ahora seremos sujetos y después entes deseantes, pero siempre mantendremos con nuestro deseo una relación ambivalente de amor u odio. Y lo disfrazaremos, lo ocultaremos o lo sustituiremos.
Podemos hacer dos cosas con esa incompletud, con esa barra, con esa falta que nos parte en dos, o bien la aceptamos o bien no la aceptamos. Si no la aceptamos (forclusión) nos convertimos en psicóticos y si la aceptamos podemos hacer dos cosas con ese dolor que nos parte en dos y que llamamos castración:
  • o la reprimimos
  • o la denegamos
Reprimir es suprimir algo que estuvo allí y que sigue estando pero cuyo saber no llegamos a alcanzar puesto que se encuentra en algun lugar del inconsciente donde no resulta accesible salvo cuando la represión se debilita, es un saber sabido que se encuentra olvidado. Reprimir es lo que hace el neurótico, es lo que hacemos casi todos.
Denegar es hacer como si no existiera algo que está alli. Uno vive como si ese algo no existiera, es la posición del cínico o del perverso.
Cada uno de estos mecanismo genéricos de defensa representa una estructura psíquica y nos salen entonces tres estructuras clinicas universales: la neurótica, la perversa y la psicótica.
Las enfermedades mentales no son enfermedades naturales sino inventos para explicar la alienación en la que nacemos todos los humanos divididos por el lenguaje, inventos como la bombilla que sin electricidad no tendria razón alguna, asi es la locura: sin lenguaje simplemente no existiría. Las enfermedades mentales no son entidades como las plantas o los gusanos sino estructuras sometidas a torsión a partir de fenomenos defensivos que el individuo elije sin saber sus consecuencias. Pero está en su libre albedrio operar con este mecanismo y no con cualquier otro, los mecanismos de defensa son irreductibles y no se corresponden con mecanismo neurobiológico alguno.
Las enfermedades mentales ni son enfermedades ni están en el cerebro sino en la cultura.

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