viernes, 11 de abril de 2008

La paradoja de Schrodinger



Si alguno de vosotros aun no conoce el famoso experimento de Schrodinger puede visitar este enlace de abajo para hacerse una idea. En síntesis el experimento de Schrodinger es un experimento mental que trata de alumbrar el principio de incertidumbre de Weisemberg y que trata de contestar a esta pregunta ¿La realidad tiene una existencia objetiva, independiente del observador o bien depende de nuestra observación?

Imagínate un mundo donde no hubiera vida humana, ni animal. Me refiero a ese nivel de vida con suficiente complejidad para poseer un mente. En ese mundo podrían haber bacterias, algas, hongos y plantas. ¿Te lo estás imaginando?. Bien, la pregunta entonces que voy a hacer tiene que ver con lo que en la teoría cuántica se llama colapso de onda. ¿Existiria la respiración de las plantas o la función clorofílica? O dicho de otra manera ¿podria existir el proceso de respiración o de fotosintesis en las plantas sin una conciencia que pudiera observarlas?

La respuesta es que si, que la respiración y la fotosíntesis existirían con independencia del observador, eso al menos hubo de suceder en la evolución de la vida. La evolución estuvo mucho tiempo sola sin nadie ni nada que fuera testigo de sus avances. Lo que permite afirmar que la realidad y el tiempo cronológico existen más allá de la conciencia que les observa, que tiene una existencia independiente de nosotros, mentes pensantes y observadores que hemos desentrañado la respiración y sabemos qué es la fotosíntesis.

Ahora imagínate ese mundo primitivo otra vez e imagina que entre esas plantas enormes y quizá ya extinguidas hay un objeto. No cabe duda: es un bote de coca-cola.

La pregunta ahora seria la siguiente ¿podría existir ese bote de coca-cola sin ninguna conciencia que le pudiera identificar como bote de coca-cola?. La respuesta seria no, para identificar el bote de coca-cola es necesario una conciencia que sepa identificar el bote de coca-cola como tal, de lo contrario el bote de coca-cola no seria más que un cilindro rojo con unas letras ininteligibles. O dicho de otra forma la existencia del bote de coca-cola solo puede existir mediante el colapso de una función de onda: hace falta un observador actual que sepa identificar un bote de coca-cola que pasaría inadvertido para las plantas, bacterias y renacuajos de pleistoceno. El observador es necesario para que el bote de coca-cola exista.

Pero además el ejemplo anterior nos lleva a la pregunta finalista ¿como llegó ese bote de coca-cola allí siendo como es un artefacto creado, inventado y construido por el hombre?

Una posibilidad es que llegara desde el espacio exterior y otra es que hubiera una civilización extinguida que se dedicara a beber coca-colas, pero eso es algo que nosotros podemos identificar retrospectivamente porque nosotros hemos inventado la coca-cola, pero ¿qué sucedería si la coca-cola fuera para nosotros una bebida desconocida y los botes de aluminio algo muy lejano de nuestras posibilidades técnicas?

Seguramente lo que haríamos seria pensar que Dios ha dejado ese rastro allí con algún oscuro propósito y en la cueva donde alguien encontró el bote erigiríamos una especie de ermitorio para recordar el evento.

Los dos casos anteriores tienen algo en común: para que el bote de coca-cola pueda existir como tal es necesario una conciencia que sepa que es la coca-cola y qué es un bote de aluminio, la existencia del bote de coca-cola no es independiente del observador.

De lo contrario el bote de coca-cola no existiría sino simplemente un cilindro con un liquido dentro.

Dicho de otra manera la existencia del bote de coca-cola y la fotosíntensis de las plantas son eventos que pertenecen a distintos niveles de realidad, una es una realidad que existe más allá de la observación y la otra es una realidad que depende de la observación y de la cultura humanas, no sólo porque el bote de coca-cola es algo creado por el hombre es decir algo artificial que no podria existir sin la participación humana sino porque de hecho el bote de coca-cola no existiría como tal bote de refresco si no hubiera una conciencia capaz de saber para qué sirve. El bote no existe sin alguien que sepa qué es.

Pero volvamos por un momento a aquel tiempo del pleistoceno e imaginemos el bote de coca-cola medio enterrado en la arena. Y volvamos de nuevo a plantearnos la misma pregunta imaginando por un momento que somos aborígenes de alguna isla polinesia y que jamás hemos visto un bote de coca-cola. Imaginemos que nos lo encontramos y lo guardamos y un día aparece el famoso antropólogo de la universidad de Cambridge para estudiar aquella cultura.

El antropólogo de la universidad de Cambridge quedó asombrado cuando descubrió el bote de coca-cola en el poblado, quiso averiguar si aquellos hombres conocían el refresco y se interrogó a todos los ancianos del lugar hasta que llegaron a uno que parecía ser el hechicero, una especie de hombre espíritu que guardaba en su memoria el origen de aquella tribu, su periplo mitico-histórico. El hechicero le contó al antropólogo de turno que aquel bote habia contenido en su dia una bebedizo secreto y que estaba escrito que llegaria a ser conocido en el mundo entero, de hecho algunas leyendas locales apoyaban el hecho de que el citado cilindro habia venido de las aguas como las semillas de los cocoteros y que los propios dioses lo habian depositado alli para que algun dia, al ser reconocido por algun vistante, supieran los habitantes de la tribu que sus dias estaban contados, asi la coca-cola carecia de interés para los salvajes solo que era un relé, una señal, una antena como aquel monolito de la pelicula de Kubrick "2001, una odisea del espacio": había que emigrar más al norte, puesto que el artilugio habia logrado ser reconocido por un extraño tal y como la profecía parecia presagiar.

La coca-cola en sí carecía de interés histórico pero el mito que la sostenía anunciaba una gran verdad: la contaminación de la tribu por parte de los investigadores que por el sólo hecho de observar habian colapsado la realidad primitiva dividiéndola en dos mundos.

Uno en el que existía la coca-cola y que ya nunca más podria ser silenciada y otro más al norte donde los presagios podian de nuevo ser exorcizados.


2 comentarios:

Ana di Zacco dijo...

Yo diría que la diferencia entre el bote de coca-cola y un simple cilindro –aparte del lenguaje que apresa la coca-cola- es eso que Bryan Goodwin dice (bueno, y si no recuerdo mal también los gestálticos, ¿no?) sobre el hecho de que es necesario “esperar” algo para “ver” algo. La historicidad y demás. Por eso el primitivo que no espera ver coca-cola no la ve.
Y todo eso nos lleva a ese solipsismo que a mí personalmente me cae tan simpático, a Krishnamurti con su observador de árboles y árboles observados y así. Y también, rizando el rizo, a aquella frase de “no son los acontecimientos lo que nos afecta, sino cómo los tomamos”. Pon “percibimos” en vez de “tomamos” y ahí está el tema. Cuánta razón tienes en lo que dices a veces sobre el lenguaje, porque ¿cómo ver coca-cola si no sabemos ni darle nombre? Conciencia, lenguaje, esperanza de ver, ¿cómo desunir el huevo de la gallina?
Pero si la realidad externa existe ahí fuera, entonces también puede existir lo trascendente como tal, lo mítico.
Sí, seguramente hay formas de dividir los mundos ;)

benjamingrullo dijo...

Has descrito el argumento de Los Dioses deben estar locos. Una película magnífica. Buen blog.

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