Parece tratarse de una constante etológica: los machos compiten entre si por copular con todas las hembras que les sea posible. Y lo hacen siguiendo rituales complicados y periódicos relacionados con el estro de las hembras, lo hacen a través de paradas.
Una parada es aquella parte del territorio destinada al apareamiento, no se trata de un lugar físico y común para todas las especies, es probablemente más un hito temporal que un espacio. La parada se efectúa para el lucimiento- demostración de los machos a fin de ganarse la cópula con un buen número de hembras. Para ello se disponen en el centro de la manada, un orden cerrado que nos recuerda a una parada militar, la arena, el lugar de la demostración y el desafío, mientras las hembras contemplan las peleas a distancia con disimulado interés y los machos adolescentes quedan en la periferia del rebaño, el ágora. Contrariamente a lo que sucede en las especies donde las hembras eligen a sus parejas, podemos afirmar que el ritual de la arena sólo es posible ser observado en aquellas especies donde es el macho el que elige, el vencedor.
Quien haya ido a una discoteca con ánimo etológico habrá caído en la cuenta de hasta qué punto los seres humanos en determinados lugares nos comportamos como rebaños de ñus. Quizá los más sagaces hayan observado como el centro (la pista de baile) es ocupada, después de vencer ciertas timideces iniciales por los más demostrativos de los individuos, mientras los más tímidos permanecen en la barra (el ágora) observando a los bailarines y escrutando sus intenciones de apareamiento. Con excepción de las peleas (que a veces también pueden darse en esos lugares) todo está dispuesto para la parada, con una salvedad: a diferencia de los ñus, son las hembras humanas las que se exhiben en el centro, mientras los machos permanecen a la expectativa. Esta diferencia me parece pertinente ahora obviarla en tanto que mi argumento va en la dirección de señalar que en los animales la competencia entre machos es decisiva para reproducirse, dado que el establecimiento demostrativo de un determinado rango/territorio es absolutamente necesario para que un macho sea elegido por un puñado de hembras para prestarle sus favores sexuales. Por más sutiles que podamos resultar los humanos podemos concluir que tanto en los animales como en nosotros, el alarde tiene como finalidad no sólo la seducción de las hembras, sino también la de espantar al resto de los machos, dado que los machos- conviene no olvidarlo- compiten por todas las hembras contra todos los machos.
Seducción y alarde se contrabalancean en cualquier parada sexual, dando oportunidades a los teóricamente más fuertes o a las más pizpiretas y seductoras.
Alardes de trote, de vuelo, de plumaje, de graznidos o de danzas en ellos y seducción mediada por la huida, la retirada o el aplazamiento en ellas, establecen un ritual poderoso que opera como juegos precopulatorios, necesarios tanto para ellas - comprobar la destreza del macho- como para ellos: comprobar la disponibilidad sexual de la hembra o que no está embarazada, un error que podría llevarle - al macho- según en qué especie a cargar con los hijos de otro macho (Dawkins 2000) y lo peor: cargar con una hembra no disponible sexualmente.
Estos alardes intimidatorios alejan a aquellos individuos tímidos que no se sienten en condiciones de competir: bien porque prefieren esperar una oportunidad mejor, bien porque no se encuentran maduros para el sexo en su dimensión mas competitiva, bien porque son demasiado miedosos. Algunas veces se han interpretado estas conductas en clave altruista: algunos individuos prefieren cuidar de la prole ajena y renuncian a reproducirse. Personalmente no creo demasiado en esta teoría, sino que creo más bien que la reproducción en la naturaleza es un premio que la evolución concede a los más dotados que en su constante alardeo de fuerza y seguridad logran espantar al resto de sus potenciales competidores al ágora, a un lugar alejado del centro, donde permanecerán durante toda la marcha de la manada a través de la sabana, resultando una presa fácil para cualquier depredador. Se trata de la carne de cañón de las manadas.
Ser vencido es pues peor que no competir, dado que nadie puede saber cuales son las potencialidades del macho tímido que no pelea o alardea y se mantiene a la expectativa. Todo individuo se manifestará en relación con su programa cerebral de apareamiento, un programa que muchas veces aconseja esperar a adquirir determinadas destrezas en la pelea o un tamaño que por si mismo pueda resultar amenazante. En otras ocasiones asumir el riesgo de sufrir daños puede ser la estrategia mejor para quedarse con los bienes del macho dominante. En otras, la prudencia aconsejará esperar a que otro tome la iniciativa por sí mismo y quedar al acecho para el reparto del botín.
Apaciguar a un macho dominante puede parecerse mucho a una conducta homosexual y de hecho muchos machos de diversas especies lo hacen: la sumisión desactiva la agresividad "paranoide" de los machos dominantes tanto si es ejercida por una hembra u otro macho. En ocasiones, el macho dominante no tiene forma de conocer el sexo de su congénere, al que acabará reconociendo precisamente por su cualidad sumisa como una hembra, lo que inmediatamente desactivará su agresión (Lorenz 1971). En situaciones de cautividad o de escasez de hembras pueden verse conductas similares a las homosexuales, sobre todo en el nivel demostrativo que no terminan en coito sino que constituyen una especie de simulacro. Otras veces el vinculo amistoso entre dos machos puede reportarles a ambos beneficios en el rango social, una amistad que muchas veces podemos confundir con homosexualidad. Lorenz ha descrito en gansos amistades inseparables que intentan copular sin éxito, pero que aun así, tal imposibilidad no termina con la amistad previa e incluso tiene evolutivamente hablando algunas ventajas: una pareja de machos siempre prevalecerá sobre cualquier pareja heterosexual siempre y cuando no renuncien a reproducirse, asi entre los gansos no son excepcionales los triángulos de dos machos y una hembra.
1 comentario:
Para mi próxima encarnación me pido plaza de gansa con ménage-à-trois :)
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