Al principio sólo hubo un misterio: la muerte, ¿cómo explicarla? ¿qué sucedía cuando el hombre moría?. Todo parece indicar que el cadáver mantiene ciertas similitudes con el hombre vivo, pero todo señala en la dirección de que ha perdido algo y si ha perdido algo ¿dónde está ese algo? ¿dónde se marchó?
El misterio de la muerte, con la conservación temporal del cuerpo “al que falta algo” movió a la conciencia humana a buscar una explicación y esa explicación se basó en lo más evidente: el cadáver ha perdido la respiración en relación al vivo, luego ese algo que perdió tiene que ver con la respiración, con el aliento, no es de extrañar pues que la etimologia del alma proceda de las voces pneuma, elan, spirit o anima o que el chi sea para los chinos equivalente al prana de los indios algo que procede del aire que respiramos. Pero ese algo perdido debe estar en algún lugar y ese lugar no puede tomar otra dirección más que la que toma el humo, una dirección ascendente hacia el cielo, alli deben haber ido pues las almas de los muertos, aquellas que han abandonado al ser vivo. Están en otro sitio y están también en otros seres vivos, aquellos otros seres que presentan similitudes con los vivos: los seres animados que parecen estar vivos igual que los hombres y a diferencia de las rocas o los muertos, inertes: los ríos, los animales, los árboles y hasta la misma tierra y el cielo están vivos y allí debe estar ese principio que abandonó el cuerpo de nuestro semejante ya cadáver.
Lo primero fue pues el principio animado (el alma), lo segundo fue encontrarle un lugar (el resto de seres vivos incluyendo el cielo y las aves). La siguiente suposición procedía de las dos anteriores: el alma que habita ese león, esa serpiente o ese abeto, es la misma o algo parecido a la que habitó a mi antepasado, luego esa alma es inmortal y es además venerable en tanto que contiene elementos de los míos. Nació así el tótem una especie de culto primitivo a algún animal o fuerza natural que prestaba sus atributos a un determinado clan y le ofrecía al mismo tiempo su protección mágica, el tótem inventó al mismo tiempo un vínculo de parentesco antes de que hubiera parentesco propiamente dicho. Un animal era la deidad concreta que se adoraba en un clan cualquiera, se trataba del pensamiento concreto y animista. El hombre permaneció en ese tipo de culto durante eones de tiempo. Primero fue el alma la que se inventó pero luego esa alma precisaba un aposento sagrado, una representación, el tótem, la forma primigenia de Dios protectora del clan. La segunda opción e intercalada con aquella es la esperanza de una próxima reunión: si el alma era inmortal en su trasiego eterno por distintos seres vivos era esperable la reunión con el cuerpo al que perteneció, de ahí el culto a los muertos, hay algo en los cadáveres que es inmortal y que es necesario preservar en espera de aquella unificación, por eso, los cadáveres merecen una ceremonia, el enterramiento para protegerlos de la acción de la intemperie y las alimañas.
La secuencia de estos eventos es pues la siguiente:
1.- Un principio animado
2.- La suposición de que un cadáver debe preservarse
3.- Un lugar donde moran estos principios animados
4.- Un protodios -el tótem- que protege al clan y que tiene que ver con el espíritu guía donde moran los atributos de la tribu.
Quien inventó esta secuencia estaba inventando sin saberlo una protocomunidad de intereses, un clan presido por un tótem protector que era a la vez depositario de todos los espiritus individuales que moraban en los individuos concretos. Aun Dios y el alma eran la misma cosa y permanecerían unidos un largo tiempo.
No obstante en los entornos en los que se desarrollaba la vida de los hombres primitivos era poco probable que estuvieran todo el tiempo pensando en estos temas profundos, más probablemente estaban ocupados en el “ahí afuera” es decir lo que ocurría en su inmediato entorno: la amenaza de las fieras, las hambrunas y la necesidad de proporcionarse proteínas animales, el frío, los animales ponzoñosos, etc. De manera que la disociación entre afuera y adentro fue probablemente la primera escisión que se produjo en la conciencia humana, quizá anterior a la escisión que le seguiría en importancia: la que implicaba una separación entre el alma y Dios y que muy probablemente no se estableció hasta la llegada de los estoicos con Heráclito a la cabeza y su concepto de daimon .
Los dioses fueron evolucionando desde lo concreto (animales, vegetales o matronas preñadas) a otros más abstractos como los que conocemos a través de la mitología griega o hebrea, babilonica, asiria o hindú, algunos tan abstractos que no poseen culto o representación como Yahvé, Alah o las mismas Erinias griegas. Este salto en la subjetividad humana tuvo lugar en algún momento de la era axial (entre el siglo VIII y el siglo IV) antes de Cristo ya en plena revolución agrícola. Ahí aparecen los escritos de la Biblia, la Teogonia de Hesiodo, los poemas épicos de Homero, Confucio, Lao-tsé y el Tao y Buda. Algo sucedió en esa época para que se acumulara tanto saber. En conjunto podemos afirmar que a partir de ese momento dioses y hombres compartieron escenario, esperanzas y aventuras con dos clases de creencias fundamentales:
1.- El hombre ha sido creado por Dios
2.- El hombre es portador de una naturaleza semejante a la divina (panteísmo)
Existen sin embargo dos excepciones: la religión helénica y el budismo. En la primera el hombre no es creado por Dios sino que es su coetáneo con el que mantiene pleitos constantes y diferencias de criterio fundamentales, en la segunda Dios simplemente no existe sino que e sun atributo del hombre iluminado. En este momento pues podemos observar como la evolución de la subjetividad humana existe una bifurcación: por una parte los que consideran que el alma, aquel principio animado que los hombres inventaran para explicar la diferencia entre la vida y la muerte es parte de Dios o su creación y en otra aquellas religiones donde el alma es intrínseca al humano y no pertenece a Dios, aunque los dioses tienen frente al “eidolon” alguna jurisdicción, sin embargo en el budismo solo las buenas obras de la vida tienen interés para alcanzar el Nirvana que es aquel estado donde el alma por fin se disuelve agotada en su lento tránsito de cuerpo en cuerpo. Buda en oriente y Heraclito en occidente inventan el viaje hacia dentro, la vuelta hacia si mismo, la búsqueda interior.
Dicho de otra manera, entre Dios y el alma existe una enorme tensión, no son la misma cosa, y además inducen una práctica diferente, una virtud cívica y espiritual bastante distinta, por ejemplo si ponemos el énfasis en el alma (esoterismo) estamos poniendo el acento sobre nuestra búsqueda interior, pero si lo ponemos en Dios (exoterismo) estamos poniendo el énfasis en el rito, el precepto y la ceremonia a través del designio. Los griegos -por ejemplo- se relacionaban con Dios a través de los sacrificios, que eran además privados y por así decir domésticos, no precisaban ningún tipo de mediación, por eso los sacerdotes griegos no fueron nunca tan poderosos como los hebreos y qué decir de los monjes tibetanos que ensayan una y otra vez la vía interior sin jerarquías ni mediadores entre ellos y el alma.
A la vía interior se la conoce como vía esotérica y a la vía del precepto se la conoce como vía exóterica y se hallan en guerra desde el principio de la humanidad, porque como pueden imaginar aquellos que privilegian la vía exterior tienen mucho interés en seguir acumulando poder gracias a sus labores de mediación.
Pero había otra guerra en marcha simultáneamente a la anterior, una guerra que es posible rastrear en las diferencias fislosóficas entre Platón y Aristóteles su discípulo. Platón estaba interesado en cuestiones diríamos hoy esotéricas, el perfeccionamiento individual y político del hombre a través del autoconocimiento, pero Aristóteles estaba sobre todo interesado en saber como funcionaba el mundo: la primera catalogación de las especies animales es debida precisamente a Aristóteles al que se considera animado de lo que hoy llamaríamos un principio de observación científica, por ejemplo Aristóteles estaba muy interesado en saber cual era el mejor modo de funcionamiento político para lo que mandó emisarios a múltiples ciudades de todo el mediterráneo para que explorarán todos y cada uno de estos regímenes. Concluyó que ninguno era perfecto, pero lo que interesa recordar es que Aristóteles instituyó el método científico, la observación, experimentación del mundo de ahí afuera. Aristóteles era de ciencias y Platón de letras por así decir.
Desde entonces las tensiones entre afuera-adentro y las tensiones entre Dios-alma presiden el pensamiento y la subjetividad humanas. Los partidarios de Dios y los partidarios del ahí-afuera son mayoría. Los primeros son personas son personas que dudan, obstruyen y reniegan de la ciencia y que por supuesto desconfían de la vía esóterica tremendamente individual. Son en realidad y han sido a través de la historia los principales enemigos del progreso y señalo a las religiones monoteistas entre las principales obstructoras, hoy lo vemos en el Islam pero en la Edad media eran los cristianos los principales obstructores, aunque las tres religiones se encargaron en el siglo XII de cargarse a los sufíes que representaban la vía esotérica en clave ecuménica puesto que había sufíes que eran tanto cristianos como musulmanes o hebreos. Por no hablar de la declaración de herejía y exterminio que la Iglesia católica dictó contra los gnósticos ya en el siglo I de nuestra era. Desde entonces el gnosticismo se refugió en la poesía, en el arte y en la literatura.
Los partidarios del ahí afuera por el contrario suelen ser enemigos acérrimos de la via esotérica y de la búsqueda interior pero curiosamente no tanto de Dios o de los preceptos, carecen por tanto de espiritualidad, de introspección y de una subjetividad o autoconciencia definida. Son personas orientadas hacia el mundo y hacia la realidad concreta, desprecian a las personas que se cuestionan la vida en clave espiritual y son materialistas y adaptados a las condiciones de vida impuestas por un mundo que ha renegado de lo espiritual aunque pueden mantener y de hecho mantienen cultos formales, sosteniendo a veces posturas pseudoreligiosas como oponerse al aborto o a la eutanasia.
¿Pero cómo es posible que esta bifurcación original se haya sostenido tan largo tiempo después de que esas ideas se formularan ya en la antigua Grecia?
La historia del progreso no ha sido en absoluto uniforme, la historia de la búsqueda interior tampoco lo ha tenido fácil. Es posible afirmar que ambas ideas se encuentran en guerra permanente y que hasta ahora los que van ganando la partida son los teistas y los materialistas, frente a los espitualistas y a los libre pensadores.
Pero lo cierto es que a pesar del retraso que llevamos en conocer el desenlace de estas guerras, a trancas y barrancas en un lugar llamado Europa la ciencia siguió avanzando y lo hizo precisamente en aquel lugar donde el cristianismo había logrado ser la religión hegemónica. ¿La razón? Pues porque además de sus defectos obstructores sobre la razón, el cristianismo tenía un imponente legado político y religioso: tenía un imperio heredado de Roma con unidad administrativa y jurídica, con buenas comunicaciones y cohesionado sobre el que se levantó la Europa política que conocemos hoy, sede del progreso, del bienestar y de la riqueza, un progreso y bienestar que no es ajeno a la abolición de las monarquias absolutistas que se lograron en Inglaterra en el XVII con la revolución liberal. El rey como representante de Dios quedó abolido y hoy en ninguna parte de Europa incluyendo a las Monarquias parlamentarias se le adjudica al Rey un papel hegemónico en el destino de sus súbditos. Gracias a la revolución liberal, somos ciudadanos y con todos los defectos de nuestras democracias vivimos en lugares donde el ciudadano tiene sus derechos garantizados. Por otra parte el cristianismo inventó la individualidad, precursora de la competitividad que profundizaron los protestantes hasta el paroxismo, eliminó la fatalidad griega (Ananké) y la predestinación (que mantienen los musulmanes y los calvinistas) y proyectó al hombre hacia dentro, haciéndole responsable de si mismo a través del libre albedrío. Mantuvo hasta donde pudo la censura sobre las ideas y las supersticiones pero poco a poco fue debilitándose, primero con la Reforma y secundariamente con las guerras de religión y la Inquisición que desmembró a la Iglesia dejándola en el punto en que la conocemos hoy, aunque aun siguen habiendo tentativas de una vuelta atrás sobre todo en USA (creacionismo versus darwinismo) y las seguirá habiendo porque la historia no es lineal sino en cierto modo caótica.
El asunto está de la siguiente manera: hoy ya no llamamos alma al alma, sino que le llamamos mente, inconsciente, capacidad de introspección, conciencia, amigdala, autoestima y otras metáforas que remiten a la misma realidad: un principio que anima la materia y que tiene sus propias leyes aun procediendo (emergiendo) de la materia. La historia del alma es una historia de progresos y retrocesos porque cuesta creer que en pleno siglo de la Razón, me refiero al XVIII, Descartes mantuviera aun la separación entre cuerpo y alma y renegara del todo de lo que no se ve, del alma, ahí comienza precisamente el desvarío de la ciencia que ha dejado todo el espacio a los reformistas de la fé. Porque claro, la gente en el fondo lo que quiere es tener certezas (sobre todo los que se ocupan del ahí afuera) y cada vez hay menos en las que creer, por eso la gente se refugia en las contradicciones del progreso y de la ciencia. El temor a las ondas electromagnéticas, a los pesticidas o a los transgénicos con la sensación de que estamos siendo envenenados con productos industriales, fármacos tóxicos peligrosos o alimentos adulterados ha reemplazado a los tabués religiosos o al sacrificio ritual. Hay parte de verdad en esta suposición pero también es verdad que es precisamente en Europa donde se practican los controles más eficaces para que estas cosas no sucedan. Pero a la gente no le importa el Estado, lo que le importa son sus creencias, y la gente necesita Dios, a un Dios y si no lo puede alcanzar por la via exóterica porque ya nadie cree en los rituales o en las liturgias cristianas lo busca por la via esóterica a través de creencias irracionales. Mirar hacia dentro expande la conciencia pero ahí no hay tampoco ningún Dios salvo que pactemos que el hombre es un Dios en si mismo lo que nos devuelve al panteísmo original de algunas religiones primitivas. La gran lucha es entre Dios y el hombre, entre el Estado y el hombre, entre la ciencia y el hombre.
La solución a este dilema la leí en un libro el otro día: “Si quiere usted saber algo sobre si mismo visite el zoológico y abandone el convento”.
Es decir la gran paradoja en la que vive el hombre contemporáneo es que por una parte ha acumulado demasiado saber científico que debido a sus carencias espirituales no ha podido integrar inventando un hombre cartesiano enjaulado en “lo científico” incapaz de mirar hacia su interior, por otra parte también existe aquel que ha profundizado ya demasiado en si mismo y se ha perdido la oportunidad de vivir la vida: talleres de autoestima y de danza del vientre, relajación, yoga, tai-chi, Batukas y respiración holotrópica, drogas de síntesis y setas alucinógenas, todo esto es de una manera u otra el nacimiento de una nueva religión (la new age), enfrentada a sus enemigos de siempre con otros ropajes distintos al hábito que ya no viven en conventos sino que comparten catedra universitaria. Pero la new age en si misma es también una vuelta atrás, porque en el fondo de todo esto hay una búsqueda de alguien que proporcione las sincronías que la ciencia nunca podrá proporcionar, porque una vez conocido todo el genoma humano ¿qué haremos para protegernos de las enfermedades sin base orgánica o con aquellas adquiridas en el curso de la vida sin origen genético? ¿dónde colgaremos el sufrimiento individual? ¿qué haremos con los fardos que nos coloquen nuestros antepasados?
O sea que la new age es una nueva religión emergente que reniega de Dios pero esconde la ilusión de que existe un Dios arquitecto que coordina todo lo viviente, que no interviene casi nada en la vida de los hombres pero que mantiene un plan para la especie humana, un plan que compartimos al parecer con todo el cosmos. Tiene la ventaja de que no tiene liturgias compartidas y que cada uno puede inventarse a su medida una secta para si mismo y reclutar unos pocos seguidores que en la base de sus creencias siguen siendo teistas y manteniendo en secreto relaciones especiales con algún Dios hecho a su medida. Su peligro es que además de renegar de un Dios formal reniega también y desconfía de la ciencia, aquella que se basa en los principios aristotélicos de la observación y la experimentación que es a fin de cuentas la única que permite todo aquel progreso que hace que tengamos Internet y escribir post como este.
Y que usted los lea.
4 comentarios:
Y es que ya se sabe: los helenos y los hindús tienen “algo”, quizá sea que sus dioses eran los más libertinos. Vivan pues Buda y Heráclito.
No sólo a Bataille sino tb los totems de herr Professor haces más digeribles, ché.
Divino vs humano, vía esotérica vs exotérica, búsqueda interior vs precepto o rito, Platón vs Aristóteles, alma o materia, filosofías gnósticas o filosofías new age...
Sí, tal vegà.
Pues por una vez no estoy totalmente de acuerdo con usted, doctor.
Según Roberto Calasso (Las bodas de Cadmo y Harmonia ), Ananké es la "Necesidad", no vinculada necesariamente a la fatalidad, más propia de las Erinias y las Moiras.
Estoy de acuerdo en que las "religiones" New Age pretenden de alguna manera recuperar una relación que las sociedades industriales y preindustriales destruyeron entre los seres humanos y la naturaleza. En ese sentido Europa tiene muco que "agradecerle" al Cristianismo.
Y echo de menos un referencia que me parece básica, y que a usted, como aficionado y/o introducido en el sufismo debe resultarle muy familiar: la filosofía perenne (Aldous Huxley). A los budistas no se les aparece la virgen María, pero los místicos de casi todas las religiones tienen una experiencia tan similar de contacto con la divinidad que a mí, al menos, me da qué pensar...¿no estaremos hablando siempre de lo mismo desde la Edad del hierro?
Un afectuoso saludo. El post es encantador,
Lou
Las deidades primitivas anteriores a Zeus (al orden olimpico) o a Yahvé tienen algo en común: se trata de divinidades fatidicas, da igual hablar de "venganza" que de "necesidad" o de "destino", efectivamente Calasso habla de Ananké (Necesidad) pero esta deidad es la mimsa que Nemesis o que las Moiras, a veces son tres (como las fases de la luna) o a veces una unica deidad abstracta como la propia Ananké. Simbolizan el poder de la fertilidad antes de que la fertilidad se subsumiera a las leyes del padre. Zeus hizo una revolución que consistió en superar aquel poder femenino que era necesariamente fatidico al introducir el Logos, asi y todo tuvo que pactar con su madre Rea que ellas, las mujeres seguirian controlando el destino de los hombresa a través de esos lazos invisibles que llamamos vinculo.
¿Me podría citar alguna bibliografía al respecto? ¿Habla de Dumézil, de Bachoffen o de lecturas mucho más modernas? Aunque en mi opinión la obra de Georges Dumézil sobre los dioses indoeuropeos sigue sin ser superada.
Un saludo afectuoso y muchas gracias por su aclaración,
Lou
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