jueves, 22 de marzo de 2007

Domir, soñar, morir

Si el soliloquio de Hamlet ha persistido en el imaginario colectivo del hombre es por la razón de que –efectivamente- dormir, soñar y morir están emparentados entre sí, no en vano Hipnos, Morfeo y Tanatos eran hermanos, los tres hijos de la Noche (Nix), una deidad femenina anterior al orden olímpico. La evidencia científica y empírica que da sentido a la mitología y a Shakespeare como lúcido pensador de lo humano es precisamente el hecho de que dormir supone incrementar la vulnerabilidad de un ser vivo. En efecto, nunca somos tan vulnerables sino cuando dormimos y aun más cuando soñamos dado que es precisamente entonces cuando la inmovilidad es más profunda, hablando en términos científicos durante la fase REM del sueño.
A la pregunta por qué dormimos entonces es posible responder que dormimos y soñamos porque es necesario para nuestra integridad, es decir dormimos y soñamos para reponer algo que perdemos durante la vigilia, de hecho nuestra mente enloquece si dejamos de dormir y más concretamente si no desplegamos adecuadamente la fase REM del sueño.
Pero si dormimos y soñamos es precisamente por aquella razón que nos hace tan vulnerables durante su concurso: dormimos para estar quietos, más concretamente para que la mente esté quieta, y la mejor manera de que la mente esté quieta es que el cuerpo esté quieto, aunque eso nos haga vulnerables a los ataques de un depredador, se trata de alcanzar la inmovilidad, eso que no somos capaces de hacer mientras estamos despiertos. Si la mente no está quieta tambien enloquecemos, porque el cerebro humano no podria resistir la continua acción del pájaro o de un herbivoro, porque nosotros los humanos somos algo más que animales. estamos atravesados por el lenguaje y por eso tenemos centro y periferia, tenemos límites y tenemos un intervalo entre ese centro ocupado por la conciencia y ese borde que marca nuestro limite, somos circunferencias blandas con un centro que trata a través del pensamiento de atrapar esos limites y que se agota en una tarea destinada al fracaso. Por eso necesitamos dormir para que el pensamiento pare y necesitamos aprender a mirar sin pensar, detener el pensamiento que es tiempo y permitir al centro que es eterno vaciarse, los sueños son en este sentido un fracaso del frenado del sistema y en otro sentido una señal de por donde andan nuestros deseos inconclusos, los que no hemos podido colmar durante nuestra vigilia. Los sueños tratan de concluir las tareas que quedaron pendientes durante el dia y suponen un trabajo sobreañadido para nuestra memoria asociativa. Los sueños son deseos, confictos no resueltos, ritualizados en el ovillo del recuerdo. La pesadilla es el orden interno de los sueños y el despertar el freno de la pesadilla.
¿Donde iré que no anochezca?

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