Desde la antigüedad muchos han sido los que se han ocupado de reducir la belleza a términos matematicos, mensurables o cuantificables. Pitágoras pretendió encontrar el secreto de la belleza cuando dió con el numero fi=1.618, al que llamó la proporción aúrea.
Pero seguiamos sin saber nada acerca de la cualidad exacta de la belleza, ¿que hay en una obra de arte, en un texto, en una composición musical que le hacen una obra de arte y le distinguen de aquello artesanal, del simple trabajo bien hecho. ¿En qué reposa la sublimidad, el estremecimiento de la obra de arte?.
Kant lo dijo: reposa en la universalidad, lo cual no deja de ser una respuesta tautológica, es bello aquello que goza de un consenso de opinión que lo hace bello, es bello lo que se ha reconocido como tal. Se trata de una opinión que no comparten todos y entre ellos yo. Pero si no podemos hablar de la belleza, sino sólo rozarla, reducirla a números y a cuentas corrientes, al menos si podemos hablar de la fealdad, esto es lo que proponen algunos artistas como Andy Warhol cuya propuesta estética más conocida es el bote de sopa Campbell.
La propuesta es la siguiente: el canón no puede decirse, sólo rozarse y por tanto es imposible de apresar, por eso elijo un simple objeto de la vida cotidiana igual a la serie que representa, un clon, un objeto que contradice el paradigma de la obra de arte: aquello único, irrepetible y original. No es que el bote de sopa Campbell sea feo pero si vulgar, serial, igual a otros muchos botes de sopa como él mismo, el clon se entroniza como el nuevo ídolo de la postmodernidad y el cuerpo individual es su aliado. Un cuerpo transformable en perfomance que ahora es blanco y ahora es negro, que es hombre y es mujer y que es capaz de saciar todas las potencialidades del deseo, pues todos los deseos son al final legítimos y todos se ejercen sin dejar de ser deseos. El arte es democrático y no hace falta ser nadie especial para ejercerlo, ¡abajo los artistas y viva la comunidad creadora del mundo!. Edipo ha muerto y sólo es ahora un héroe de cómic, de risa, a medio camino de la transformación. Si no podemos hablar de lo bello hablemos pues de lo repugnante, de la escatología, de lo aversivo, de lo vulgar.