viernes, 13 de abril de 2007

Las lágrimas de Eros


En la primera versión del mito, Eros era hijo de Afrodita y de padre desconocido, en la segunda un principio elemental anterior al orden olímpico, contemporáneo de Noche, Necesidad, Las Erinias, Las Moiras, Tetis, etc. Pero existe una versión documental escrita por Platón que narra parte de su vida en el Banquete. Según esa versión el dia que nació su hija Afrodita, Zeus organizó una fiesta en el Olimpo a la que invitó a todas las deidades olimpicas y tambien a las preolimpicas, entre ellas a Poros, dios del recurso. Lo interesante de este Dios de lo más abstracto es que era una especie de factotum, un conseguidor, una especie de político con mucho poder, excesivo y con muchos recursos para conseguir cualquier cosa que se le pidiera, una especie de Santa Rita, abogada de los imposibles. El asunto es que a la fiesta llegó una pordiosera que resultó ser Penia, la diosa de la pobreza y de la necesidad que se dirigió a los invitados con intención de que le dieran de comer. Al final acaba comiendo y bebiendo con Poros y consigue copular con él en el jardín del Olimpo. De esta unión nace Eros, de la unión del Recurso y la Pobreza que por haber sido engendrado en el bautizo de Afrodita se dedicó a su culto, al culto de la Belleza (abstracción que representa Afrodita) y por ser hijo de quien era aunó la capacidad para el recurso y la necesidad, puso el recurso al servicio de la necesidad. Eros es pues el mediador entre el deseo y el objeto deseado. Porque posee a ambos y es a la vez uno y otro, Eros es un mediador alado, como Hermes es un psicopompo (mediador entre el cielo y el hombre, entre el Hades y el hombre), como Hermes, Eros se ocupa de mediar entre la idea (el deseo) y su consumación (el fenómeno). Este mito es a mi juicio muy importante porque Eros es el dios de lo imaginario y le personifica , no es ciego como suele representársele en la iconografia latina, pero no debe ser mirado, porque se desvanece apenas es observado y entonces derrama lagrimas de impotencia pues no puede asumir su tarea que queda siempre inconclusa debido a la imprudencia de los humanos, para obtener los favores de su mediación es necesario que pase inadvertido, que no se le mire a los ojos, que no se le nombre, que no se le intente reducir a una idea o a una abstracción porque Eros es muy concreto e hipersensible, tanto que singulariza a cada individuo a través del deseo individual. Esta idea de la invisibilidad inversa de Eros tiene que ver mucho con lo incognoscible, con aquello que no podemos nombrar, con lo inefable, lo desconocido o aun aquello que después de ser nombrado no termina de encajar en la experiencia fenoménica concreta. La belleza es un ejemplo: una idea, una abstracción, pero no sabemos qué es y no la sabemos definir, podemos hablar acerca de en qué consiste la misma, algo a lo que se han dedicado filósofos y artistas de todos los tiempos con intención de reducirla, definirla, cuantificarla, pero siempre que se intenta queda un aspecto de la misma imposible de reducir, siempre queda "un no se qué" imposible de definir. Sucede porque la experiencia fenoménica de la belleza es una cosa y la idea de la belleza es otra. La experiencia de la belleza es algo precategorial, intuitivo, concreto y la idea de la belleza es algo abstracto, categorial, cuando intentamos definir la belleza operamos sobre la categoría y ahi estamos perdidos porque obviamos la parte irreductible, ese no se qué a lo que no podemos ver los ojos, aquello que sólo podemos experimentar a veces sin palabras para describirlo. Pues bien eso hace precisamente Eros, lanzar dardos entre las ideas y la experiencia y es distinto en cada persona porque su deseo apunta en una u otra dirección. Eros opera entre la idea y el fenómeno como el deseo de un amante hacia su amado, lo erótico hace referencia siempre a lo sexual y asi es desde el principio de los tiempos, la busqueda de la Verdad, de la Bondad, de la Belleza o de la Libertad son tareas eróticas de las que se ocupa Eros, en la corte de Lo Imaginario y lo hace de la misma manera que haria un amante ocupado por el deseo: los persigue hasta la consumación. Freud tenía razón.

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